Tradición
y vanguardia, clasicismo y experimentación, se daban la
mano en los trabajos de un autor que parecía haber nacido
hecho. Sus temas y obsesiones pasan en esas obras lista de presente:
la solidaridad con los condenados de la tierra, el huracán
implacable de la Historia, la materia en constante transformación,
la infancia como territorio del descubrimiento y como anticipo
del futuro desastre. Sin embargo, nunca los concibió como
obras terminadas. Sus libros son como la obra maestra de Michael
Ende, la historia interminable y, en su perfecto mecanismo, cada
una de sus piezas narrativas es un ejemplo del género.
En sus homenajes a la Pulp Fiction, José Emilio es nuestro
Tarantino; en sus magistrales cuentos de fantasmas, no olvida
el consejo de Montague Rhode James en el sentido de dejar la puerta
levemente abierta con objeto de permitir, mínimamente,
la explicación racional. En Morirás lejos
obliga a replantear las estructuras narrativas tradicionales,
en una novela que aún hoy mantiene su vigor formal y su
peso moral.
Maestro
en todos los géneros literarios que cultiva, José
Emilio dejó de apostar todas sus cartas a la idea de El
Libro, para emprender, mediante textos breves e intensos, un combate
contra la ignorancia, la indiferencia y el olvido. Con sus ediciones,
prólogos, notas e inventarios, José Emilio es uno
de los más importantes historiadores y críticos
de la literatura mexicana, uno de nuestros auténticos educadores.
Su importancia proviene no sólo de su fecundidad sino de
su preocupación por aventurar nuevos juicios o por corregir
rumbos trillados.
José Emilio es uno de nuestros grandes escritores porque
es el más inseguro de todos. Su exigencia es una de las
lecciones que nunca agradeceremos suficientemente. No se trata
sólo de que todo lo hace bien, sino que en cada una de
sus actividades propone caminos nuevos. Sus intentos, en su opinión
modestos, y que son auténticos logros, siempre trascienden
la primera intención. A fuerza de huir de la originalidad,
es uno de nuestros escritores más originales. De ahí
que cada vez sea más común la frase "yo quisiera
hacer esto como lo hace José Emilio".
Ser
poeta y ser inteligente es una de las dualidades más difíciles
de sobrellevar. José Emilio nació con ambas alas,
y si su obra tiene esa tensión esencial es porque su actividad
primordial es la poesía. Su poesía es de una lucidez
amarga, pero no deja de creer en los milagros que justifican la
vida, que nos salvan para llegar de un día al otro. José
Emilio nunca emociona a su poesía y por eso nos emociona.
Si sus dos primeros libros lo muestran continuador de la gran
tradición de la poesía como fiesta del intelecto,
a partir de No me preguntes cómo pasa el tiempo
da un giro radical. Es la época cuando Marshall McLuhan
define al tercer planeta como una aldea global. Sin abandonar
su preocupación por lo mexicano, José Emilio mira
la tierra, sus devastaciones, sus ruinas, pero también
sus treguas y epifanías. Su poesía se convierte
en un inventario del paso de los días, donde no cuenta
el testimonio personal sino se privilegia la voz del poeta.
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