Artículo de Vicente Quierarte "Inventario de José Emilio Pacheco"
(La Jornada, agosto de 1999)

 

 

Tradición y vanguardia, clasicismo y experimentación, se daban la mano en los trabajos de un autor que parecía haber nacido hecho. Sus temas y obsesiones pasan en esas obras lista de presente: la solidaridad con los condenados de la tierra, el huracán implacable de la Historia, la materia en constante transformación, la infancia como territorio del descubrimiento y como anticipo del futuro desastre. Sin embargo, nunca los concibió como obras terminadas. Sus libros son como la obra maestra de Michael Ende, la historia interminable y, en su perfecto mecanismo, cada una de sus piezas narrativas es un ejemplo del género. En sus homenajes a la Pulp Fiction, José Emilio es nuestro Tarantino; en sus magistrales cuentos de fantasmas, no olvida el consejo de Montague Rhode James en el sentido de dejar la puerta levemente abierta con objeto de permitir, mínimamente, la explicación racional. En Morirás lejos obliga a replantear las estructuras narrativas tradicionales, en una novela que aún hoy mantiene su vigor formal y su peso moral.

Maestro en todos los géneros literarios que cultiva, José Emilio dejó de apostar todas sus cartas a la idea de El Libro, para emprender, mediante textos breves e intensos, un combate contra la ignorancia, la indiferencia y el olvido. Con sus ediciones, prólogos, notas e inventarios, José Emilio es uno de los más importantes historiadores y críticos de la literatura mexicana, uno de nuestros auténticos educadores. Su importancia proviene no sólo de su fecundidad sino de su preocupación por aventurar nuevos juicios o por corregir rumbos trillados.

José Emilio es uno de nuestros grandes escritores porque es el más inseguro de todos. Su exigencia es una de las lecciones que nunca agradeceremos suficientemente. No se trata sólo de que todo lo hace bien, sino que en cada una de sus actividades propone caminos nuevos. Sus intentos, en su opinión modestos, y que son auténticos logros, siempre trascienden la primera intención. A fuerza de huir de la originalidad, es uno de nuestros escritores más originales. De ahí que cada vez sea más común la frase "yo quisiera hacer esto como lo hace José Emilio".

Ser poeta y ser inteligente es una de las dualidades más difíciles de sobrellevar. José Emilio nació con ambas alas, y si su obra tiene esa tensión esencial es porque su actividad primordial es la poesía. Su poesía es de una lucidez amarga, pero no deja de creer en los milagros que justifican la vida, que nos salvan para llegar de un día al otro. José Emilio nunca emociona a su poesía y por eso nos emociona. Si sus dos primeros libros lo muestran continuador de la gran tradición de la poesía como fiesta del intelecto, a partir de No me preguntes cómo pasa el tiempo da un giro radical. Es la época cuando Marshall McLuhan define al tercer planeta como una aldea global. Sin abandonar su preocupación por lo mexicano, José Emilio mira la tierra, sus devastaciones, sus ruinas, pero también sus treguas y epifanías. Su poesía se convierte en un inventario del paso de los días, donde no cuenta el testimonio personal sino se privilegia la voz del poeta.

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