César Güemes entrevista a José Emilio Pacheco sobre la publicación
de una nueva versión de su libro El viento distante

(La Jornada, agosto del 2000.)

 


Los argumentos para rescribir son válidos no sólo literaria sino éticamente. Sin embargo: ¿no es, con todo, demasiado trabajo, no te resulta agotador?

J.E.P. Es verdaderamente atroz, es muy difícil, porque además no puedes salirte de lo que ya tienes. Simplemente se vuelve al mismo texto y se trata de hacerlo mejor. Aunque veamos también la parte melancólica: es un lujo que no puedo darme porque ya no tengo muchos años por delante. Pero también pienso: en un momento en que se escribe tan rápido y se publica con la velocidad que hoy vemos, no está mal tardarse 40 años en publicar un libro que lleva esas cuatro décadas escribiéndose.

Si es que esto se puede determinar en tu labor más personal: ¿qué fue primero, el poeta o el narrador?

J.E.P. Curiosamente, el narrador. Todo mundo empieza por escribir poemas. Y es verdad que a mí me gustó mucho leer versos desde niño, pero a partir de los seis años me acerqué a las historias de piratas y a pequeños cuentos. Los primeros poemas que hice son más tardíos.

Contrariamente a los protagonistas que suelen aparecer en las obras iniciales, que son seres muy complejos o fuertes o particularmente hábiles, varios de los personajes de El viento distante son niños.

J.E.P. Es que no había en ese momento niños o adolescentes en la narrativa mexicana. Los hubo después, pero no mientras los escribía.

¿Para la escritura de estos textos, te acercaste a la tutela de algún otro escritor, de alguna institución?

J.E.P. No existían los talleres literarios. Me hubiese gustado mucho ir a uno porque así no habría tenido luego la necesidad de corregirme tanto. Ahora, debo decir que fui muy cercano a Juan José Arreola. Estuve con él y fui su amanuense, me dictó su libro Bestiario. Como él tenía que entregar ese texto y se enfrentaba a algunos problemas de diversa índole, le dije: acuéstese, me dicta, lo tomo a mano, lo paso a máquina y usted corrige. Así fue.

"Lo único que le reprocho a Arreola es que él, que corrigió a todo el mundo, no me quiso corregir a mí, bajo el argumento de que así estaba bien mi trabajo."

Quizá él lo consideró así.

J.E.P. Pues si yo hubiera considerado que no había nada que pulir, te juro que habría dejado toda mi labor como estaba. El precio de este trabajo de corrección es que tengo muchas cosas sin acabar.

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