Omar Prego: Es decir que por primera vez -y esto le
ocurrió a toda una generación de escritores, artistas,
economistas, periodistas- los intelectuales latinoamericanos podían
asistir al proceso de construcción del socialismo en un
país del continente.
Julio Cortázar: Claro. Y ese con el pueblo cubano,
esa relación con los dirigentes y con los amigos cubanos,
de golpe, sin que yo me diera cuenta (nunca fui consciente de
todo eso) y ya en el camino de vuelta a Europa, vi que por primera
vez yo había estado metido en pleno corazón de un
pueblo que estaba haciendo su revolución, que estaba tratando
de buscar su camino. Y ése es el momento en que tendí
los lazos mentales y en que me pregunté, o me dije, que
yo no había tratado de entender el peronismo. Un proceso
que no pudiendo compararse en absoluto con la revolución
cubana, de todas maneras tenía analogías: también
ahí un pueblo se había levantado, había venido
del interior hacia la capital y a su manera, en mi opinión
equivocada y chapucera, también estaba buscando algo que
no había tenido hasta ese momento. La revolución
cubana, por analogía, me mostró entonces y de una
manera muy cruel y que me dolió mucho, el gran vacío
político que había en mí, mi inutilidad política.
Desde ese día traté de documentarme, traté
de entender, de leer: el proceso se fue haciendo paulatinamente
y a veces de una manera casi inconsciente, los temas en donde
había implicaciones de tipo político o ideológico
más que político, se fueron metiendo en mi literatura.
Ése es un proceso que se puede ir apreciando a lo largo
de los años.
Omar
Prego: ¿Tienes un ejemplo?
Julio Cortázar: Ese cuento que se llama "Reunión",
cuyo personaje es el Che Guevara. Ése es un cuento que
yo jamás habría escrito si me hubiera quedado en
Buenos Aires ni en mis primeros años de París, porque
no me hubiera parecido un tema, no hubiera tenido ningún
interés para mí. En cambio, en ese momento, el tema
de ese relato me resultaba absolutamente apasionante, porque yo
traté de meter ahí, en esas 20 páginas, toda
la esencia, todo el motor, todo el impulso revolucionario que
llevó a los barbudos al triunfo. Pero todo esto que te
estoy diciendo acerca de esa especie de entrada en la conciencia
política o ideológica, que antes había sido
más bien uno de los tantos ejercicios intelectuales y de
las opiniones que uno tiene a lo largo de la vida, no tendría
demasiado sentido si no se conectara con otra cosa. Y así
como te cité "Reunión" como el primer
cuento que marcaría esa entrada en el campo ideológico
y por lo tanto una participación (porque ahí yo
ya entré participando), de esos mismos años debería
citar, de manera simbólica, ese otro cuento que es "El
perseguidor".
Omar
Prego: Yo, así, a primera vista, no veo una
relación muy clara.
Julio Cortázar: Bueno, en "El perseguidor"
la política no tiene absolutamente nada que ver, la ideología
tampoco. Pero sí tiene que ver, por primera vez en lo que
yo llevaba escrito hasta ese momento, una tentativa de acercamiento
al máximo a los hombres como seres humanos. Hasta ese momento
mi literatura se había servido un poco de los personajes,
los personajes estaban ahí para que se cumpliera un acto
fantástico, una trama fantástica; los personajes
no me interesaban demasiado, yo no estaba enamorado de mis personajes,
con una que otra excepción relativa.
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