Omar Prego: Hay un aspecto de tu obra que ha generado
un malentendido bastante considerable, es la noción de
juego (en su sentido más amplio y más profundo,
yo diría casi sagrado) y la de compromiso político.
Yo sé que acerca de esto se ha escrito mucho, sé
que tú has explicado en más de un texto cuál
es tu posición a ese respecto. Pero como no podemos remitir
al lector a esa bibliografía bastante cuantiosa, me parece
útil que hablemos de ello aquí y que empecemos por
el principio. Es decir, cuándo, de qué manera y
por qué Julio Cortázar asume un compromiso político.
Que no es lo mismo que ser un escritor comprometido.
Julio Cortázar:
En primer lugar, es uno de los momentos en que la biografía
de una persona bifurca, toma un nuevo rumbo, adquiere nuevas características.
La verdad es que yo era acentuadamente indiferente a las coyunturas
políticas y a la situación política en general.
Omar
Prego:
A pesar de que en la Argentina asumiste
una actitud claramente antiperonista.
Julio Cortázar: Sí, pero fue una actitud
política que se limitaba, como las actitudes políticas
de la mayoría de mis amigos y de la gente de mi generación
a la expresión de opiniones en un plano privado y a lo
sumo en un café, entre nosotros, pero que no se traducía
en la menor militancia. Es decir que yo me sentía antiperonista
pero nunca me integré a grupos políticos o grupos
de pensamiento o de estudio que pudieran tratar de llegar a hacer
una especie de práctica de ese antiperonismo. Todo quedaba
en esa época en la opinión personal, en lo que uno
pensaba. Y curiosamente eso nos satisfacía a casi todos
nosotros, nos parecía suficiente. Incluso nuestra posición
durante la guerra civil española y durante la segunda guerra
mundial. En un caso, claro, estábamos por los republicanos,
pero ninguno de nosotros fue a combatir como voluntario a España
y ni siquiera actuó políticamente en asociaciones
republicanas en Argentina. Y naturalmente, cuando la segunda guerra
mundial éramos todos antinazis, pero ese antinazismo no
se tradujo nunca en ninguna militancia. Las había y se
podía hacer cosas en el plano práctico. Digamos
entonces que mis decisiones políticas ya estaban tomadas
y daban hacia la izquierda, pero no pasaban de una opinión,
en realidad era un punto de vista que no se diferenciaba mucho
de los puntos de vista que yo podía tener sobre la literatura
o sobre la filosofía. En cambio, la revolución cubana
me mostró, me metió en algo que ya no era una visión
política teórica, una postura política meramente
oral: esa primera visita a Cuba me colocó frente a un hecho
consumado. Yo fui muy poco tiempo después del triunfo de
la revolución -la revolución triunfó en 1959
y yo fui en 1961- en momentos muy difíciles en que los
cubanos tenían que apretarse el cinturón porque
el bloqueo era implacable, había problemas internos a raíz
de las tentativas contrarrevolucionarias: muy poco después
se produjo eso que se llamó los alzados del Escambray,
esos grupos anticastristas que hubo que eliminar al precio de
una lucha de varios años.
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