"Señorita
Cora", me dijo tomando la taza y yéndose. Me dio una
rabia, unas ganas de pegarle, de saltar de la cama y echarla a
empujones, o de... Ni siquiera comprendo cómo pude decirle:
"Si yo estuviera sano a lo mejor me trataría de otra
manera". Se hizo la que no oía, ni siquiera dio vuelta
la cabeza, y me quedé solo y sin ganas de leer, sin ganas
de nada, en el fondo hubiera querido que me contestara enojada
para poder pedirle disculpas porque en realidad no era lo que
yo había pensado decirle, tenía la garganta tan
cerrada que no sé cómo me habían salido las
palabras, se lo había dicho de pura rabia pero no era eso,
o a lo mejor sí pero de otra manera.
Y
sí, son siempre lo mismo, una los acaricia, les dice una
frase amable, y ahí nomás asoma el machito, no quieren
convencerse de que todavía son unos mocosos. Eso tengo
que contárselo a Marcial, se va a divertir y cuando mañana
lo vea en la mesa de operaciones le va a hacer todavía
más gracia, tan tiernito el pobre con esa carucha arrebolada,
maldito calor que me sube por la piel, cómo podría
hacer para que no me pase eso, a lo mejor respirando hondo antes
de hablar, qué sé yo. Se debe haber ido furiosa,
estoy seguro de que escuchó perfectamente, no sé
cómo le dije eso, yo creo que cuando le pregunté
si podía llamarla Cora no se enojó, me dijo lo de
señorita porque es su obligación pero no estaba
enojada, la prueba es que vino y me acarició la cara; pero
no, eso fue antes, primero me acarició y entonces yo le
dije lo de Cora y lo eché todo a perder. Ahora estamos
peor que antes y no voy a poder dormir aunque me den un tubo de
pastillas. La barriga me duele de a ratos, es raro pasarse la
mano y sentirse tan liso, lo malo es que me vuelvo a acordar de
todo y del perfume de almendras, la voz de Cora, tiene una voz
muy grave para una chica tan joven y linda, una voz como de cantante
de boleros, algo que acaricia aunque esté enojada. Cuando
oí pasos en el corredor me acosté del todo y cerré
los ojos, no quería verla, no me importaba verla, mejor
que me dejara en paz, sentí que entraba y que encendía
la luz del cielo raso, se hacía el dormido como un angelito,
con una mano tapándose la cara, y no abrió los ojos
hasta que llegué al lado de la cama. Cuando vio lo que
traía se puso tan colorado que me volvió a dar lástima
y un poco de risa, era demasiado idiota realmente. "A ver,
m'hijito, bájese el pantalón y dése vuelta
para el otro lado", y el pobre a punto de patalear como haría
con la mamá cuanto tenía cinco años, me imagino,
a decir que no y a llorar y a meterse debajo de las cobijas y
a chillar, pero el pobre no podía hacer nada de eso ahora,
solamente se había quedado mirando el irrigador y después
a mí que esperaba, y de golpe se dio vuelta y empezó
a mover las manos debajo de las frazadas pero no atinaba a nada
mientras yo colgaba el irrigador en la cabecera, tuve que bajarle
las frazadas y ordenarle que levantara un poco el trasero para
correrle mejor el pantalón y deslizarle una toalla. "A
ver, subí un poco las piernas, así está bien,
echáte más de boca, te digo que te eches más
de boca, así." Tan callado que era casi como si gritara,
por una parte me hacía gracia estarle viendo el culito
a mi joven admirador, pero de nuevo me daba un poco de lástima
por él, era realmente como si lo estuviera castigando por
lo que me había dicho. "Avisá si está
caliente", le previne, pero no contestó nada, debía
estar mordiéndose un puño y yo no quería
verle la cara y por eso me senté al borde de la cama y
esperé a que dijera algo, pero aunque era mucho líquido
lo aguantó sin una palabra hasta el final, y cuando terminó
le dije, y eso sí se lo dije para cobrarme lo de antes:
"Así me gusta, todo un hombrecito", y lo tapé
mientras le recomendaba que aguantase lo más posible antes
de ir al baño.
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