"Pero te darán algún sobrenombre", insistí,
y fue todavía pero porque me pareció que se iba
a poner a llorar mientras yo le afeitaba los pocos pelitos que
andaban por ahí. "¿Así que no tenés
ningún sobrenombre? Sos el nene solamente, claro."
Terminé de afeitarlo y le hice una seña para que
se tapara, pero él se adelantó y en un segundo estuvo
cubierto hasta el pescuezo. "Pablo es un bonito nombre",
le dije para consolarlo un poco; casi me daba pena verlo tan avergonzado,
era la primera vez que me tocaba atender a un muchachito tan joven
y tan tímido, pero me seguía fastidiando algo en
él que a lo mejor le venía de la madre, algo más
fuerte que su edad y que no me gustaba, y hasta me molestaba que
fuera tan bonito y tan bien hecho para su años, un mocoso
que ya debía creerse un hombre y que a la primera de cambio
sería capaz de soltarme un piropo.
Me
quedé con los ojos cerrados, era la única manera
de escapar un poco de todo eso, pero no servía de nada
porque justamente en ese momento agregó: "¿Así
que no tenés ningún sobrenombre? Sos el nene solamente,
claro", y yo hubiera querido morirme, o agarrala por la garganta
y ahogarla, y cuando abrí los ojos le vi el pelo castaño
casi pegado a mi cara porque se había agachado para sacarme
el resto de jabón, y olía a shampoo de almendra
como el que se pone la profesora de dibujo, o algún perfume
de esos, y no supe qué decir y lo único que se me
ocurrió fue preguntarle: "¿Usted se llama Cora,
verdad?" Me miró con aire burlón, con esos
ojos que ya me conocían y que me habían visto por
todos lados, y dijo: "La señorita Cora." Lo dijo
para castigarme, lo sé, igual que antes había dicho:
"Ya sos un chico crecidito", nada más que para
burlarse. Aunque me daba rabia tener la cara colorada, eso no
lo puedo disimular nunca y es lo peor que me puede ocurrir, lo
mismo me animé a decirle: "Usted es tan joven que...
Bueno, Cora es un nombre muy lindo" No era eso, lo que yo
había querido decirle era otra cosa y me parece que se
dio cuenta y le molestó, ahora estoy seguro de que está
resentida por culpa de mamá, yo solamente quería
decirle que era tan joven que me hubiera gustado poder llamarla
Cora a secas, pero cómo se lo iba a decir en ese momento
cuando se había enojado y ya se iba con la mesita de ruedas
y yo tenías unas ganas de llorar, esa es otra cosa que
no puedo impedir, de golpe se me quiebra la voz y veo todo nublado,
justo cuando necesitaría estar más tranquilo para
decir lo que pienso. Ella iba a salir pero al llegar a la puerta
se quedó un momento como para ver si no se olvidaba de
alguna cosa, yo quería decirle lo que estaba pensando pero
no encontraba las palabras y lo único que se me ocurrió
fue mostrarle la taza con el jabón, se había sentado
en la cama y después de aclararse la voz dio: "Se
le olvida la taza con el jabón", muy seriamente y
con un tono de hombre grande. Volví a buscar la taza y
un poco para que se calmara le pasé la mano por la mejilla.
"No te aflijas, Pablito", le dije. "Todo irá
bien, es una operación de nada." Cuando lo toque echó
la cabeza atrás como ofendido, y después resbaló
hasta esconder la boca en el borde de las frazadas. Desde ahí,
ahogadamente, dio: "Puedo llamarla Cora, ¿verdad?"
Soy demasiado buena, casi me dio lástima tanta vergüenza
que buscaba desquitarse por oto lado, pero sabía que no
era el caso de ceder porque después me resultaría
difícil dominarlo, y a un enfermo hay que dominarlo o es
lo de siempre, los líos de María Luisa en la pieza
catorce o los retos del doctor De Luisi que tiene un olfato de
perro para esas cosas.
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