Buenos días.
Nosotras somos "Las Surrelistas Carrington" de 2°D, Escuela Secundaria General "Alberto Carrera Torres", Cd. Tula Tamaulipas.
Ahora les mostraremos nuestro cuento surrealista basado en la obra "El Ancestro" de 1905.
Espero que les guste:
Un viaje de confusión
Durante casi ya 55 años me ha atormentado la idea de que todo hubieses sido real, de que mi mente haya sido capaz de crear todo lo que paso o que todo haya sido una pesadilla.
-Estás loca, Dakota- Me dijo alguna vez mi esposo y me he puesto verdaderamente mal.
Pero yo, Dakota Hosler, sé que todo es verdad y que no estoy loca.
Todo paso cuando tenía 17 años y viajaba hacia Canadá. En esa época adoraba viajar en trenes. Me gustaba escuchar el chirrido del freno y sentir la cálida felpa roja del asiento.
Subí al mismo tren de siempre, en donde había viajado por más de 5 años.
Wilmer (El encargado) se portó muy extraño esa tarde. De estar siempre sonriente y amable… se portó frio y agrio.
Yo solo negué con la cabeza y camine hacia el primer vagón. Para mi sorpresa estaba totalmente lleno, me pareció raro, pues nunca viajaban tantas personas… y mucho menos hacia partes lejanas del norte. Volví a negar con la cabeza y camine hacia el segundo… Pero estaba lleno. Igual el tercero, igual el cuarto, igual el quinto. Por suerte, encontré en el sexto dos asientos vacíos y me senté a un lado de un anciano.
El viaje seria largo y mi único entretenimiento sería releer el libro “Orgullo y prejuicio” de Jane Austen y observar atreves de la ventana. Como no quería hacer ninguna de las dos cosas… Me dispuse a dormir. Soñaba con seres extraños recorriendo mi cuerpo y ratas sobre mis pies. Desperté hecha un caos, sudaba y respiraba a toda prisa. Mire mis pies, había 3 ratas blancas encima de mí. Me levante y las ratas cayeron al suelo y cuando reaccione estaba en medio vagón y este estaba totalmente vacío.
-¿A dónde fueron todo?- Pregunte en voz alta.
-¡Déjenla!- Grito una voz grave.
Me alarme y di un brinco hacia atrás.
No sabía qué hacer, el vagón estaba totalmente solo y al no escuchar personas riendo o hablando llegue a la conclusión de que todo el tren estaba vacío.
Las ratas comenzaron a correr y salieron del vagón.
-¿Quién eres? – Pregunte viendo hacia todas las direcciones.
El hecho una carcajada.
-No hace falta decirte me nombre, tu sabes quién soy- Dijo riendo – Yo sé quién eres y hacia donde te diriges, Dakota.
Mi mente estaba en blanco, no recordaba a alguien que hablara de una forma tan escalofriante.
El miedo me invadió y comencé a correr hacia el otro vagón, al entrar pude ver como una anciana alimentaba a una hiena con un biberón. Como si fuera un bebe. La anciana me sonreía y la hiena solo me miraba.
¿Dónde están todos? Pensé.
¡¿Qué está pasando?! Grite en mis adentros.
Pensé que me volvía loca, que necesitaba terapias… Pero me dije a mi misma: “No, mi mente solo me está dando una mala jugada”.
Entonces la misma voz susurro:
-Dakota…
Negué con la cabeza, respire hondo y me dirigí hacia el otro vagón con la esperanza de encontrar a alguien que me explicara todo.
Para mi sorpresa… encontré a varias personas sentadas y suspire aliviada.
-Señor, Señor… - Me acerque al primero que vi y le toque la espalda.
Pero cuando volteo di un salto hacia atrás. Tenía la cara de un mono. Todos voltearon y todos tenían la cara de la misma manera.
Volví a correr hacia el otro vagón. Pero justo cuando entre… Todo se volvió obscuro por el dichoso túnel. Resbale y caí hacia atrás. Cuando salimos di un grito.
Estaba toda manchada de sangre y con los nudillos destrozados. Como si hubiera golpeado a alguien o algo así. No sabía que hacer así que corrí hacia el baño y me encerré. Tal vez sería el único lugar seguro en ese maldito tren.
Llore tanto aquel día que me ardían los ojos y me ardían las mejillas. No me di cuenta cuando me quede dormida. Soñé con alguien vestido de blanco… Con un ojo destrozado y rodeado de las cuatro ratas blancas de antes. Me dijo que era un ancestro.
-Ya has llegado a tu destino – Escuche decir y me levante.
En ese momento salí del baño y me di cuenta que no tenía nada. Estaba perfectamente bien. Sin manchas de sangre y sin nudillos destrozados. La gente se dispersaba y yo regrese a mi asiento. Tome el libro, mi abrigo y baje.
Desde ese día no volví a subir a un tren. Les conté a mis padres… Pero solo dijeron:
-Ya madura.
Ahora solo vivo con ese recuerdo.
Espero y les haya gustado tanto como a nosotros.
Gracias.
Falta un poco darse cuenta de la ortografía pero el cuento y el plottwist al final me encantan