Pero en aquellos momentos no podíamos presentir que La
muerte y otras sorpresas anunciaban la década siguiente:
los años de la insurrección tupamara, que encontraría
su épica en El cumpleaños de Juan Ángel,
el golpe militar, la represión, la institucionalización
de la tortura, las desapariciones y el exilio.
Como dijo en su autoepitafio Fernández de Lizardi, el primero
que escribió novelas en tierras americanas, Benedetti "hizo
lo que pudo por su patria". A consecuencia de ello se vio
obligado a dejarla y a ver sus libros proscritos para sus lectores
naturales. Lo único que lograron quienes intentaron silenciarlo
ha sido que su literatura se difunda por todas partes. El cuento
se volvió la forma de seguir literalmente paso a paso lo
que ocurría en su país y entre los exiliados, los
hijos y los nietos de quienes creyeron hallar en esos lugares
el fin del éxodo, la verdadera tierra prometida.
Con y sin nostalgia y Geografías reúnen las
narraciones de las décadas más atroces que ha vivido
el continente en este siglo. Ni el dolor ni la cólera impiden
que Benedetti deje de aumentar sus recursos narrativos. Al lado
del cuento que ahonda en la concentración y economía
del género, emplea con la misma destreza el relato ensayístico,
la viñeta, el poema en prosa y la novela corta (por ejemplo,
"La vecina orilla" y "Puentes como liebres"
que abarca en pocas páginas una vida entera como el magistral
"Retrato de Elisa" en Montevideanos). El poeta
y el narrador en vez de oponerse o estrobarse intercambian habilidades
y enseñanzas. Benedetti hace varios versos libres y rimados,
sonetos y epigramas, coplas, canciones y versículos, arte
mayor y arte menor. Los personajes de sus novelas, como Laura
Avellaneda y Martín Santomé de La tregua
hablan en los Poemas de otros.
La
variedad métrica y temática de Las soledades
de Babel se corresponde con la riqueza de Despistes y franquezas,
su más reciente libro de cuentos. Si los "despistes"
son poemas en prosa, "doloras y humoradas"- para citar
a un poeta, Campoamor, al que ya nadie cita- las "franquezas"
son los relatos del desexilio, esa palabra que la lengua
española le debe, como muchas otras, a Benedetti; el cuaderno
del retorno al país natal para observar el paisaje después
de la batalla, el panorama roto en que duelen hasta los árboles
cortados y los edificios demolidos y a los montevideanos y a los
hijos y nietos de aquellos primeros Montevideanos, que
han pasado por los horrores de la tortura y la separación.
Benedetti es el mismo y es distinto. No puede ser igual después
de lo que ha pasado y de lo que le ha pasado. Cuanto ve y escucha
se convierte en materia narrativa porque la fuente de sus relatos
es la inagotable vida.
Si
pensamos que la carrera de Maupassant duró sólo
una década y que pocos cuentistas hispanoamericanos han
ido más allá del segundo libro, la figura de Mario
Benedetti aparece todavía más excepcional y admirable.
Durante medio siglo ha trabajado como habitante natural en todos
los géneros con una fidelidad inexpugnable a las más
diversas manifestaciones del cuento. El impulso juvenil, la voluntad
del estilo y el gusto de jugar en serio, presentes en Despistes
y franquezas y Las soledades de Babel, constituyen algo que
la mayoría suele perder mucho antes de los treinta. Estos
Cuentos completos prueban que Mario Benedetti es uno de
los grandes cuentistas de nuestra lengua y de nuestro siglo.