No entiendo por qué no me dejan pasar la noche en la clínica
con el nene, al fin y al cabo soy su madre y el doctor De Luisi
nos recomendó personalmente al director. Podrían
traer un sofá cama y yo lo acompañaría para
que se vaya acostumbrando, entró tan pálido el pobrecito
como si fueran a operarlo enseguida, yo creo que es ese olor de
las clínicas, su padre también estaba nervioso y
no veía la hora de irse, pero yo estaba segura de que me
dejarían con el nene. Después de todo tiene apenas
quince años y nadie se los daría, siempre pegado
a mí aunque ahora con los pantalones largos quiere disimular
y hacerse es hombre grande. La impresión que le habrá
hecho cuando se dio cuenta de que no me dejaban quedarme, menos
mal que su padre le dio charla, le hizo poner el piyama y meterse
en la cama. Y todo por esa mocosa de enfermera, yo me pregunto
si verdaderamente tiene órdenes de los médicos o
si lo hace por pura maldad. Pero bien que se lo dije, bien que
le pregunté si estaba segura de que tenía que irme.
No hay más que mirarla para darse cuenta de quién
es, con esos aires de vampiresa y ese delantal ajustado, una chiquilina
de porquería que se cree la directora de la clínica.
Pero eso sí, no se la llevó de arriba, le dije lo
que pensaba y eso que el nene no sabía dónde meterse
de vergüenza y su padre se hacía el desentendido y
de paso seguro que le miraba las piernas como de costumbre. Lo
único que me consuela es que el ambiente es bueno, se nota
que es una clínica para personas pudientes; el nene tiene
un velador de lo más lindo para leer sus revistas, y por
suerte su padre se acordó de traerle caramelos de menta
que son lo que más le gusta. Pero mañana por la
mañana, eso sí, lo primero que hago es hablar con
el doctor De Luisi para que la ponga en su lugar a esa mocosa
presumida. Habrá que ver si la frazada lo abriga bien al
nene, voy a pedir que por las dudas le dejen otra a mano. Pero
sí, claro que me abriga, menos mal que se fueron de una
vez, mamá cree que soy un chico y me hace hacer cada papelón.
Seguro que la enfermera va a pensar que no soy capaz de pedir
lo que necesito, me miró de una manera cuando mamá
le estaba protestando... Está bien, si no la dejaban quedarse
qué le vamos a hacer, yo soy bastante grande para dormir
solo de noche, me parece. Y en esta cama se dormirá bien,
a esta hora ya no se oye ningún ruido, aveces de lejos
el zumbido del ascensor que me hace acordar a esa película
de miedo que también pasaba en un clínica, cuando
a medianoche se abría poco a poco la puerta y la mujer
paralítica en la cama veía entrar al hombre de la
máscara blanca.
La
enfermera es bastante simpática, volvió a las seis
y media con unos papeles y me empezó a preguntar mi nombre
completo, la edad y esas cosas. Yo guardé la revista en
seguida porque hubiera quedado mejor estar leyendo un libro de
veras y no una fotonovela, y creo que ella se dio cuenta pero
no dijo nada, seguro que todavía estaba enojada por lo
que le había dicho mamá y pensaba que yo era igual
que ella y que le iba a dar órdenes o algo así.
Me preguntó si me dolía el apéndice y le
dijo que no, que esa noche estaba muy bien.
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