Miguel Hidalgo y Costilla (1753 – 1811)

 

Sacerdote o insurgente, teórico o práctico, verdad o mentira, sueños o realidade,  símbolo o mito, una dualidad, una persona, muchas historias.

 
 

 

Llamado de libertad

La Independencia de México no puede concebirse sin el Padre de la Patria. ¿Pero quién fue ese hombre que antes de este mote, se le conoció como El Zorro por su carácter audaz e impulsivo? ¿Cómo lograr una visión objetiva de su persona, si a través de los años le hemos ido adjudicando más símbolos a su alrededor y en el origen de su historiografía lo marcamos como el iniciador de una Nación?

Irremediablemente el cura Hidalgo ha sido idealizado desde las primeras letras de su biografía y no puede ser deslindado de su papel heroico y fundamental en la realización de un proyecto independentista, en la construcción de una Nación, en la libertad de los hombres. México es un país que festeja su Independencia no con la consumación de ésta, sino con el inicio del movimiento.1

La historia de este insurgente no tiene problemas por la falta de información, la confusión la causa el exceso de fuentes basadas en los sueños independentistas, en los ideales de los diferentes grupos liberales de México y en la necesidad de la incipiente nación de héroes que le dieran unidad y forma. Su  Grito de Dolores no es sólo el inicio de la Independencia de México, es una creación cultural que durante dos siglos ha sido el sustento de la identidad mexicana. Es un acto cívico per se, el clímax del amor a la Patria, el inicio de la historia de la Nación Mexicana; sin embargo, más allá de un símbolo e inclusive de un mito, Miguel Hidalgo fue determinante en la lucha independentista por su pensamiento social, por su acción beligerante y su postura radical en la lucha armada.

Hidalgo, tuvo la habilidad de llevar su pensamiento teórico a la acción: todos sus conocimientos sobre las Leyes del Hombre, de Dios, aún del Arte, se conjugaron en su encuentro con los indígenas, sabía su lengua, sus formas de vida, sus carencias, entendía sus labores, su cotidianidad; sabía de agricultura, de administración (hay que recordar que era un criollo rico y acomodado, dueño de tierras); y como buen caudillo convenció a los diferentes grupos que la opción era la separación de España a la voz de Vamos a coger gachupines.
Para el siglo XIX, el historiador Lucas Alamán supo reconocer estas dotes en él, inclusive su carácter festivo, jugador, mujeriego, ”parrandero, pendenciero y jugador”  todo ello  formó un vértice de convergencias y coincidencias tanto con los indígenas como con los criollos.

Hidalgo, teólogo, criollo con una gran capacidad teórica y práctica, y visión para transformar la realidad circundante y aniquilar la forma de gobierno establecida durante tres siglos en la Nueva España. Capitalizó a su favor la problemática interna de la Colonia (la inconformidad por la serie de abusos a los indígenas y las nuevas restricciones que justamente se implementaban en contra de los criollos; una causa principal de la Independencia de México fue justo la lucha por el poder entre criollos ricos y los peninsulares, quienes se disputaban el vacío de dirección por el contexto inmediato entre España y Francia) en decir, la crisis política de la propia Metrópoli.

 


1En noviembre de 1824 el Congreso marca un decreto por el cual abole todas las fiestas civiles del calendario iturbidista y sólo marca al 16 de septiembre de 1810 como inicio de la Independencia y deja de lado su consumación el 27 de septiembre de 1821 y al mismo tiempo a Iturbide. En 1825 la Ciudad de México celebra por primera vez el aniversario de la Independencia el 16 de septiembre con un discurso acerca del héroe de la Patria. En las fiestas del Centenario de la Independencia se consagra a Hidalgo como el Padre de la Patria.  En: Miguel Hidalgo: Ensayos sobre el mito y el hombre (1953-2003) Selección de textos, historiografía y bibliografía de Marta Terán y Norma Páez. CONACULTA – INAH. 2004.

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