La matemática, por su naturaleza misma, es también juego, si bien este juego implica otros aspectos, como el científico, instrumental, filosófico, que juntos hacen de la actividad matemática uno de los verdaderos ejes de nuestra cultura.
Miguel de Guzmán Ozámiz.

 

Introducción

La matemática es también un juego. "Un buen juego matemático vale por muchos teoremas" ha afirmado uno de los grandes matemáticos de nuestro tiempo, J. E. Littlewood. El carácter lúdico de las matemáticas ha estado presente en ellas desde antiguo. Como ya hemos tenido ocasión de ver, Aristóteles considera las matemáticas hasta cierto punto como la ocupación de los ociosos sacerdotes egipcios. El tipo de reto intelectual que la geometría elemental o la teoría de números presenta difiere muy poco del que se encuentra en multitud de acertijos populares. Una buena proporción de la matemática seria de nuestros textos debe su nacimiento a un profundo acertijo o juego matemático.1

Las matemáticas siempre han tenido un componente lúdico que ha sido el que le ha dado lugar a un gran porcentaje de los planteamientos más interesantes que en ellas han surgido. El juego, según el sociólogo J. Huizinga en su obra Homo ludens, presenta las siguientes características:

Es una actividad libre, en el sentido de la paideia griega, es decir, una actividad que se ejercita por sí misma, no por el provecho que de ella se pueda derivar.

Tiene una cierta función en el desarrollo del hombre; el cachorro humano, como el animal, juega y se prepara con ello para la vida; también el hombre adulto juega y al hacerlo experimenta un sentido de liberación, de evasión, de relajación.

El juego, como la obra de arte, produce placer a través de su contemplación y de su ejecución.

El juego se ejercita separado de la vida ordinaria en el tiempo y en el espacio.

Existen ciertos elementos de tensión en él, cuya liberación y catarsis causan gran placer.

El juego da origen a lazos especiales entre quienes lo practican.

A través de sus reglas el juego crea un nuevo orden, una nueva vida, llena de ritmo y armonía.

Si el juego y las matemáticas, en su naturaleza, tienen muchos rasgos comunes, no es mentira que también participan de las mismas características en lo que respecta a su práctica.

Quien practica un juego debe adquirir familiarización con las reglas, como relacionar unas piezas con otras, de igual forma como el estudiante que se introduce en las matemáticas, hace comparaciones e interactúa los primeros elementos de una teoría con otra. Estos son los ejercicios elementales de un juego o de una teoría matemática. Más tarde, en los juegos más sofisticados, el jugador experto trata de resolver de forma original situaciones del juego que nunca antes han sido exploradas. Esto corresponde al enfrentamiento en matemáticas con los problemas abiertos de la teoría.

Las matemáticas y los juegos han encontrado sus caminos a lo largo de los siglos. Es frecuente en la historia de las matemáticas la aparición de una observación ingeniosa, hecha de forma lúdica, que ha conducido a nuevas formas de pensamiento, como la secuencia númerica de Fibonacci.

El experto comienza la aproximación a cualquier cuestión matemática con el mismo espíritu explorador con el que un niño comienza a investigar un juguete recién estrenado, abierto a la sorpresa, con profunda curiosidad ante el misterio que poco a poco espera develar, con el placentero esfuerzo del descubrimiento.

 

 

1 DE GUZMÁN, Miguel (1983): Algunos aspectos insólitos de las matemáticas, artículo publicado en línea de la Revista Investigación y Ciencia. En: Revista Iberoamericana de Educación No. 42/4 – 10 de abril de 2007. Disponible en: http://carmesimatematic.webcindario.com/guzman.htm#filosofia

Imprimir