AL BUEN ENTENDEDOR pocas palabras, dice el refrán. Pero
no sólo entendemos con palabras: también nos dan información
las imágenes, los gestos, los silencios, los olores, el ruido;
en general, todo lo que nos llega por los sentidos. La información
no tiene que estar completa para que el cerebro integre una visión
lógica de lo que está sucediendo a nuestro alrededor.
Todos somos buenos entendedores porque el cerebro humano puede rellenar
los huecos en la información que recibe. O, como se dice a veces,
“leer entre líneas”.
Los
científicos usan esta capacidad del cerebro para construir hipótesis.
Ante un fenómeno nuevo, y con poca información, pueden
proponer varias explicaciones posibles, que luego se prueban por medio
de la observación y la experimentación. Si no pudiéramos
leer entre líneas, no avanzaríamos nada con la escasa
información que dan los experimentos.
Los
artistas también aprovechan la capacidad de completar información
dejando a la imaginación del público una buena parte de
la interpretación de su obra. A los escritores, por ejemplo,
se les recomienda usar lo que se conoce como estilo indirecto. En vez
de decir “Ana Mijailovna estaba enamorada de Serguéi Dimitrievich”
es mejor sólo darlo a entender escribiendo: “Ana Mijailovna
no dejaba de suspirar cada vez que volvía la vista hacia la puerta
por la que había salido Serguéi Dimitrievich”. El
público adquiere un papel activo en la apreciación de
la obra de arte porque tiene que usar la imaginación para entenderla