Estrategia vital

en el aula:

el juego


Yolanda Sassoon

Si le damos un lugar al juego en todos los aprendizajes, posibilitamos que se valore la importancia de la alegría y de la posibilidad de compartir. El docente que lo es “de corazón”, tiene la pasión de vivir y el deseo de compartir esa vitalidad con sus alumnos; es capaz de romper la rutina de comodidad que da la repetición y por eso busca métodos pedagógicos diferentes e innovadores.

 

En contraste, el docente autoritario no escucha a los niños, no oye sus deseos. Pone una barrera, y sólo es capaz de escucharse así mismo y de manipular a los niños para que digan lo que él desea escuchar: como si sólo él fuera el único poseedor de “la verdad” y la mente de los niños fuera un espacio vacío que hay que llenar con sus ideas.

 

El problema es que desgraciadamente aún existe la tendencia por parte de algunos profesoras y profesores, a oponer el juego al trabajo como si fueran excluyentes: “No jueguen, en este momento estamos en clase” o “espérense al recreo y entonces juegan”. De alguna manera desvinculan el aspecto cognoscitivo del emocional. Por supuesto, no hay una razón contundente para que la enseñanza sea un sinónimo de memorizar datos científicos, pues resulta aburrido y los alumnos no lo internalizan e integran a su esquema conceptual. No sirve, pues tienden a olvidarlos ante la desintegración de dichos datos y la falta de un contexto atrayente. ¡Cuantas veces recodamos situaciones históricas o hechos científicos cuando se acompaña de una anécdota bien contada y divertida!

 

Límites y acuerdos

No cabe duda, el juego, es una buena estrategia de aprendizaje. Sin embargo, hay temor para practicarlo por parte de muchos docentes, ya que al favorecerlo, consideran que pueden perder su autoridad y control hacia sus alumnos. Sin embargo esto sucede cuando no se ponen límites a éste, por tanto, se sugiere propiciar un ambiente grato para hacer acuerdos con los niños.

 

Sí a la alegría, no a la rigidez

Siempre existe la posibilidad de que la enseñanza pueda convertirse en un espacio alegre y activo. Todos sabemos que cuando estamos felices trabajamos mejor, a la vez que rompemos con la rigidez (y con el miedo), y somos más aptos para desarrollarnos y para aprender. Cuando el docente es rígido y pone distancia, como respuesta, los alumnos también estarán tensos y en vez de ser auténticos, buscarán complacerlo a toda costa, siempre con miedo a equivocarse.

 

Si el docente es flexible y permite un ambiente de alegría, los contenidos escolares pueden abordarse de una manera más espontánea, personal y participativa; para eso, podemos valernos de actividades diversas, matizadas por el juego que es el personaje principal de esta historia. Podemos promover el juego en equipos o individualmente, proponerles el mismo juego a todos, o varias actividades lúdicas de manera simultánea. Simular, por ejemplo un juicio a los alimentos nutritivos contra los no nutritivos para saber más sobre una sana alimentación; representar teatralmente de manera improvisada un pasaje de la historia; usar canciones o refranes para afianzar valores; entre otros muchos juegos que le dan color y vida a la enseñanza.

 

Si queremos jugar, es un prerrequisito sentir ganas de hacerlo, a la vez que estar relajados. Una persona “enconchada” puede cerrarse o limitarse también para aprender. Durante el desarrollo de la actividad, todos podemos hacer propuestas, opinar respetuosamente; y más que nada, sentirnos bien y tranquilos durante el aprendizaje.

 

Expresividad y confianza

En el proceso del juego colectivo, los participantes tienen que escuchar y tomar en cuenta lo que el otro dice: para aceptarlo, rechazarlo o proponer modificaciones.

 

Es importante que todos tengan voz y voto y que el docente propicie también que los niños tímidos se expresen, motivándolos en lugar de forzarlos. El juego es un excelente recurso para integrarlos y para lograr un equilibrio grupal en la participación y en la expresión.

 

Es indispensable un ambiente de confianza para que el juego funcione, y ésta debe propiciarse en ambos sentidos: por parte del docente y también de los alumnos. Por eso, el profesor debe estar al pendiente de no permitir burlas.

¿Una o varias materias?

Con el juego podemos abordar temas de una o más asignaturas y redescubrir su significado porque las estamos abordando desde otro ángulo. De esta manera, adquieren más sentido para el niño. Además hay un importante trabajo participativo involucrado.

 

El juego dentro de clase (no además de la clase) En esta propuesta, el tiempo del juego es más corto que el del “trabajo” porque nos divertimos más, y nos ahorramos trámites y ejercicios al jugar con gusto. No se trata de jugar además de la clase, o si tenemos un rato libre. Lo que se propone es introducir juegos dentro de la clase, sustituir algunas prácticas pedagógicas.

Cambio de roles y reflexión

Muchos docentes, consiente o inconscientemente, ponen etiquetas a sus alumnos (se las digan o no): listos y aplicados, lentos, latosos, distraídos, etc. Los niños generalmente se dan cuenta. Sin embargo, cuando se forman equipos o grupos para llevar a cabo juegos, hay un movimiento de roles, lo cual es sumamente saludable para el desarrollo infantil.

 

Después del juego, es conveniente que el docente planee un tiempo para reflexionar sobre la actividad que se llevó a cabo, y esto es muy importante para afianzar el aprendizaje.

 

 

Sistematización

El siguiente cuadro nos sirve para resaltar las bondades del juego en el aula:

 

- Muestra equivocaciones o errores sin necesidad de provocar dolor.

- Es saludable, pues favorece el cambio de roles, generalmente fijos o estereotipados en el aula.

- Combate la pasividad.

- Provoca alegría, buen humor, creatividad y espontaneidad.

- Integra el plano intelectual con el emocional.

 

 


BIBLIOGRAFÍA

ÁREA DE CAPACITACIÓN DE LA UNIDAD DE PUBLICACIONES EDUCATIVAS. (1995) “El juego en el trabajo creativo”. México. Mecanoscrito.