Palabra de escritor:

 

“Siento hormiguitas en los dedos”*

 

Semblanza de la escritora Ethel Krauze

 


 

 

*Esta semblanza surgió de las respuestas de la escritora en una entrevista que le hizo Yolanda Sassoon el 24 de junio de 2001 para un proyecto colaborativo llamado “Palabra de Escritor de Red Escolar, ILCE.


En este texto veremos muchas caras del prisma de un escritor en su proceso creativo. Hay una aportación pedagógica porque nos muestra el lado humano de estos creadores, sus logros y tropiezos que en algo se asemejan a los que nosotros mismos tenemos, a la vez que son un modelo del placer de escribir, sin desechar el trabajo arduo y a la vez emocionante que hay en su labor. Ethel Krauze, de manera clara y sencilla, es un ejemplo de la que podemos aprender: que la escritura y la lectura van muchísimo más allá que “un deber o una obligatoriedad”. Lo mejor es que abajo podemos leer lo que ella expresó a niños, jóvenes y profesores, en sus propias palabras.

 

Es una escritora mexicana importante, que ha incursionado en la poesía, ensayo y novela, entre otros géneros literarios. Estudió lengua y literatura hispánicas en la UNAM y ha sido profesora en la Sociedad General de Escritores Mexicanos (SOGEM). También fue conductora del programa de televisión "Cara al Futuro", del Canal 11.

 

Imparte en todo el país cursos y talleres literarios para los que ha diseñado una metodología. Ha formado a generaciones de escritores y escritoras y sus obras se han traducido a varios idiomas. Si queremos conocer su autobiografía podemos leer su libro De cuerpo entero: entre la cruz y la estrella.

 

Sin embargo, aquí también plasmamos pinceladas de su historia creadora, pues desde pequeña, Ethel se perfilaba como escritora incansable al grado que:

 

“De niña y después adolescente, escribía en el baño. Me encerraba con llave cuando todos estaban dormidos y escribía mi diario. En los horarios de la escuela, durante el recreo, me metía al baño a escribir.”

 

 

 

No sólo escribía, sino leía, porque ella considera que la escritura y la lectura son procesos complementarios, y lo describe de una bella manera:  

 

“Uno aprende a leer y a escribir al mismo tiempo, no se concibe una sin la otra. Por eso, escribir y leer son las dos caras de una misma moneda o como los dos asientos de un sube y baja, sube y baja... y ahí están los dos niños subidos… Se necesitan los dos para que funcione, para que realmente sea un juego. Son también como los latidos del corazón: sístole y diástole, y diástole y sístole, para que el corazón bombee la sangre.”

 

Ella no se deja llevar por el fluir de las letras, sin antes tomar en cuenta al destinatario final, es decir, al lector:

 

“Escribir se convierte en un diálogo entre el autor y el lector. Imagínate que le hablara a la pared: sería como hablar al vacío. Pienso en mis lectores y espero que me den una respuesta: con lo que se imaginan, cuando se enojan por lo que escribí, si se conmueven, si lloran, si ríen, ¡si tiran el libro a la basura porque no les gustó!”

Ethel, siente una gran emoción al escribir y lo describe de una manera sumamente hermosa: 

 

“Siento como si tuviera hormiguitas en los dedos, cosquillitas, y quisiera tomar una pluma -porque a veces escribo con pluma-; otras veces en la computadora. No importa con qué. Lo importante  es que los dedos me empiezan a cosquillear...”

 

Tiene publicados varios libros: más de veinte. Acerca de la amplitud de géneros que abarca en su obra, expresa lo siguiente:

 

“Cada cosa que escribo es diferente. Es como cuando uno tiene hijos, todos son diferentes. Por eso, cada poema, cada cuento, cada novela, cada ensayo que surge dentro de mí quiere ser urdido con palabras, tiene su propio código y me dice como debo tratarlo. Cada vez que escribo, siento la aventura de algo nuevo. Es como una nueva exploración. Me emociono, me entusiasmo, ¡y me lanzo a vivirla!”

 

 

Aún cuando Ethel Krauze es una escritora prolífica, ha tenido tropiezos con la escritura como muchos de nosotros. A veces tenemos el mito equivocado de que un escritor es una especie de mago que tiene poderes con las palabras y no hay tropiezos cuando escribe sus textos. La escritora cuenta sus experiencias personales en este sentido:

 

“Recuerdo que cuando estaba escribiendo mi primera novela, que era una novela de amor: no sabía cómo hacer bien el final. Había escrito ese capítulo cómo cinco veces, y no me salía. Dije: ¡Se acabó!... Tiraba el cuaderno al suelo, y al día siguiente la persona que hacía el servicio en mi casa, lo volvía a poner en el escritorio porque pensaba que se había caído, y yo lo volvía a poner en el suelo. Hasta que le dije a la señora: ¡Se queda en el suelo, estoy enojada con él, y quiero sentir esa humillación! Tengo que aprender y el cuaderno también (yo no sé que es lo que “tenía que aprender el cuaderno”), pero según yo me estaba desquitando. ¡Santo remedio! Funcionó…Hubo un momento en el que dije: Bueno, voy a recoger el cuaderno. Como por arte de magia, empecé a redactar ese capítulo y hasta la fecha me satisface.”

 

 

Con la gran experiencia que le ha dado la escritura, opina acerca de los borradores previos al texto final y recomienda conservarlos:

 

“A veces he querido tirar la máquina de escribir por la ventana, pero no he tirado textos a la basura porque la literatura es muy noble. Lo que tachas se puede volver a corregir veinte veces y veinte veces más. Sobre todo lo que escribas aconsejo: ‘guárdalos o castígalos, pero no los rompas ni los quemes; porque podrías arrepientes después y ya no hay remedio’. Pero, ¿cual es el chiste de eso?, que uno vuelve a dialogar con las palabras..., que te reconcilias con ellas. La vida está hecha de eso: de pleitos y reconciliaciones. Uno se cae y luego se levanta... Así como la vida misma también la relación con las palabras. Son un punto de encuentro para toda la gente que siente la necesidad de usarlas de una manera trascendente, que va más allá de cubrir las necesidades básicas.”

 

Ella cree en las bondades de la escritura y del trabajo colectivo en torno a ésta, que toma forma con la formación de talleres literarios:

 

“Hay mucha gente que siente ese llamado para escribir: ¡benditas palabras, aquí están, quisiera aprender a usarlas y aprender a escribir! Por eso los talleres literarios  son un oasis para muchas personas. Para niños y jóvenes son un alimento para su espíritu. Son también una forma de ver la literatura con gozo, con gusto…Quisiera que hubiera talleres literarios en cada manzana, entonces: ¡nuestro país sería otro!”

 

 

Para terminar con esta semblanza de la escritora, ella se preocupa porque niños y jóvenes integren la lectura y la escritura a su vida cotidiana y la vean como una forma de compañía y de conocimiento de su propia identidad:

 

“Hablar y escribir te ayudan a saber quien eres y siempre te acompañan en la vida. Nunca estarás solo, jamás… Por más mal que te sientas y más abandonado o confuso; por más perdido que te sientas, la escritura y la lectura son tus hadas madrinas, tus amigos, tus compañeros, tus padres, tu dios personal. ¡No los abandones! A la lectura y a la escritura, ¡entrégales un huequito de tu tiempo y de tu vida! porque después  verás cómo  esa semillita que sembraste va creciendo como un árbol frondoso que permanecerá. Asómate a ese mundo.”

 

 

 

Para cerrar esta semblanza, nos hemos dado cuenta de la gestación del proceso creativo de una escritora sensible, auténtica e inspirada. Proporciona una enorme enseñanza, que el profesor encargado de la asignatura de español, puede aprovechar para ampliar el horizonte de sus alumnos.

 

Todas las portadas de los textos que hemos insertado en este espacio, pueden servir ampliamente para acercar a los niños y jóvenes a la lectura.